Seamos sinceros, poca gente (por no decir nadie) tenía esperanzas en que Sergio Ramos se convirtiera en un icono de estilo. Y aunque aún no lo ha conseguido, queda un resquicio de luz en, si no calificarlo de referente, sí fijarse en él como ejemplo de buena praxis fuera del campo.
Aunque todavía se está desenganchando de las camisas de perritos que tanto nos hicieron sufrir para rendirse a los trajes que luce de forma más que aceptable, en cuestiones capilares no tenemos nada que reprocharle (por el momento). Sí, de acuerdo, hubo un momento en el que cometió una catástrofe de tales magnitudes que nos llevó incluso a plantearnos si esa fue la razón última por la que el Real Madrid perdió la liga en 2014. Pero fue algo puntual, un borrón en el expediente como otro cualquiera.
Lo cierto es que el defensa podría ahora mismo recoger el título de jugador mejor peinado del fútbol español. Tampoco tiene demasiada competencia entre tanto brasileño díscolo y ligero de tijeras, todo hay que decirlo, pero su arquitectura capilar es prácticamente perfecta: corto por los lados e impolutamente engominado en la parte superior, más larga. Un corte pulido como el de los gloriosos años sesenta.
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